Por María Jose Solano Franco

Nacido y muerto en Sevilla, con veranos bajo el sol de las playas de Huelva y días resueltos en un mundo múltiple, dulce y complejo como el de los niños, Manuel Summers se fue para siempre hace ahora treinta años.  El decreto de concesión de la Medalla de Andalucía en 1992 lo definía como un “excelente observador, dotado de un gran ingenio, capaz de mezclar sabiamente el humor con rasgos de un tierno realismo”. Concha de Plata al mejor director por su ópera prima, Del rosa… al amarillo, Manolo Summers fue la gran revelación del cine español. Con el tiempo se convirtió en una figura muy popular y querida, a pesar de las críticas que suscitaba en determinados sectores. Queremos rendirle homenaje en FFD Magazine junto a su hijo David Summers y su amigo el cineasta José Luís Garci, en un marco de cine: el Hotel Palace de Madrid.

osé Luís Garci ya está esperando en la Rotonda del Palace cuando llego al hotel quince minutos antes de la hora prevista. Al cineasta le sirven su acostumbrado gin fizz y comenzamos la charla con David Summers que, recién llegado, pide dos oportos (uno para él otro para mí) y se sienta con nosotros. Garci saca unas fotocopias y nos las enseña con misterio; se trata de una entrevista que le hizo a Manuel Summers en el año 68: “En el Festival de Valladolid, cuando presentó la película Juguetes Rotos yo fui uno de los defensores de su cine envuelto siempre en ese humor suyo, tan característico, en un momento en que la seriedad y el prestigio parecían limitarse a directores como Mario Camus o Basilio Martín Patino. Manolo era distinto, muy cercano. Entonces, bueno, yo escribía en SP, una revista copiada del periodismo del Newsweek donde no se firmaba. Manolo había estrenado por entonces El juego de la Oca y fui a hacerle una entrevista porque ya era un jovencísimo fenómeno; tenía éxito no sólo en el cine sino también como pintor y dibujante. Tuvimos una larga charla a pesar de que estaba con gripe y mira, mira (le extiende los papeles a David, que asiente, divertido), se hizo las fotos en la cama. Pues a partir de ahí empezó una amistad magnífica entre nosotros que se prolongó hasta el final”.

-Pero Juguetes Rotos no tuvo demasiado éxito — recuerdo.

David afirma, pensativo: “Mi padre siempre decía que aprendió mucho con esa película; con la gente. Entendió que el espectador no podía salir del cine jodido ni cabreado; comprendió que las películas tienen que contar la tristeza desde el humor. Y mira, mi padre era un director que reaccionaba; que reflexionaba.

-Efectivamente —recuerda Garci— el aquella peli él trataba de reconstruir una mirada muy personal sobre sus héroes, como si estuviese jugando a las chapas y en ellas hubiese puesto las caritas de los suyos. No funcionó porque era una película muy triste.

-Y a partir de ahí —recuerda David— se planteó la comedia y desarrolló un mundo que lo llevó al reconocimiento y el éxito internacional, y que terminó definiendo su cine.

“Adiós Cigüeña, adiós”: infancia y rebeldía

-Sin embargo —recuerdo— el éxito de Adiós cigüeña adiós, supuso un antes y un después en la historia del cine de este país. Miguel Olid, biógrafo de Manuel Summers, contaba que esta película se había visto en Colombia más que El Padrino y que La Naranja Mecánica, desbordado todas las previsiones posibles.

Garci no lo duda: “El secreto es que poseía sensibilidad, pero sobre todo sentido del humor y del amor; estaba contada como un chiste de un chico de dieciséis o diecisiete años, porque Manolo no perdió nunca ese toque de la infancia; él tenía esa cosa de niño eterno que supo conservar de manera inalterable”.

David asiente: “Es que mi padre no llevaba muy bien eso de ser adulto, ¿verdad, Jose? (Garci sonríe, dando un sorbo a su gin fizz). Echaba mucho de menos su infancia; su adolescencia más temprana, y siempre estuvo enganchado a eso; le interesaba lo más difícil para rodar que son los niños, los ancianos y los actores que no son actores en absoluto; gente que cogía de la calle. Buscaba con anhelo la película que él quería ver y nadie hacía.

-¿Por eso siempre terminaba encontrando temas originales? —pregunto.

-Exacto. En este caso se trataba de un tema prohibido, rebelde y casi revolucionario para la época: ¡Una niña de 15 años que se queda embarazada!… Era impensable algo así entonces; un escándalo.

-Si, un absoluto escándalo —apunta Garci—. Era sencillamente moderno; pero volviendo a lo que decíamos de la infancia perdida, yo creo que en algunas películas él buscaba precisamente la infancia recuperada: rescatar toda aquella ilusión infantil, las esperanzas, la emoción de salir a la calle y jugar a los primeros amores. Todo ese mundo estaba metido en sus películas. Y cuando con los años ese toque se diluye, hace El juego de la oca”.

Sexo y madurez en “El juego de la Oca”.

-Manolo Summers se hace adulto cuando rueda El Juego de la Oca —reflexiona Garci—. Es una historia amarga, complicada, pues cuenta el difícil camino del amor y el sufrimiento que produce en las partes implicadas. Yo creo que cuando él daba más de sí mismo era cuando el niño afloraba, desde luego. Pero estas películas singulares en el conjunto de su producción me hacen pensar en qué hubiera sido de Manolo si no se llega a morir tan joven. Muchas veces me he preguntado cómo hubiera sido la evolución de sus películas… No sé. Es difícil aventurarlo, pero creo que hubiera hecho un tipo de cine que nos habría desconcertado a todos, porque él salía siempre por el lado imprevisible, como cuando hizo aquello de Todo el mundo es bueno y el exitazo que tuvo, ¿os acordáis? Aquel tío que entraba en un baño público y se encontraba con un león mientras la cámara oculta de Summers grababa aquella situación surrealista con naturalismo y perfección minuciosa (risas).

Ángeles Gordos en Nueva York

-Hablando de películas singulares, ¿recordáis Fat Angels? —pregunto.

-¡Hombreeee, Nueva York y los Ángeles Gordos! —exclama Garci, vaciando de un sorbo su gin fizz—. Mira, yo rodé El crak en el 80 y recuerdo que Manolo me dio un consejo magnífico: Jose, cuando vayas a rodar a Manhattan recuerda que no debes solicitar ni un solo permiso porque te ahogarán en papeles y dólares para nada. Es una pérdida de tiempo y dinero. Y así lo hice: Rodábamos en la Quinta o la Tercera y en el aeropuerto Kennedy con Alfredo Landa, que se portó como el grandísimo profesional que era. Cuando nos preguntaban decíamos que estábamos haciendo un documental sobre aeropuertos del mundo y a veces venía la policía y nos echaba, claro, pero nosotros esperábamos un rato y volvíamos a rodar. Y así todo. Recuerdo que diez años después regresamos a Nueva York a pasar la Nochevieja justo el año del estreno de El Padrino III y la vimos allí, en los cines de la Segunda Avenida, Manolo Summers, Chumy Chúmez y yo; nunca lo olvidaré. Pero volvamos al tema: estábamos hablando de Fat Angels, una de mis tres pelis favoritas de Manolo, que se estrenó en España el 23F (ya hay que tener tino) y claro, no fue nadie. Era también una película modernísima.

-Mi padre —recuerda David— se fue a Nueva York a escribir un guion sin tener muy claro qué es lo que quería hacer, pero llegó allí (iba con Chumy Chúmez) y se dio cuenta de que la ciudad estaba llena de gordos. Fueron a muchos sitios singulares para tomar notas e ideas: a un lugar donde amortajaban muertos y también a Harlem (ojo, el de finales de los 70, que era muy heavy)… Vivió muchas experiencias para ver si se le ocurría algo interesante; pero fascinado por la cantidad de obesos por las calles, finalmente se sentó a escribir y se le ocurrió hacer una historia de amor con un pianista de Broadway como protagonista: un pianista gordo, claro. Y mira, cada vez que veo al actor en esa peli, veo los gestos de mi padre: pone las mismas caras que ponía él. Se ve claramente que mi padre le hacía primero la escena y él la imitaba a la perfección.

-Esa historia estaba llena de encanto —continua Garci— y mira, ahora creo que la peli se vería con otra sensibilidad; que tendría incluso más interés que entonces, pues el cine ya ha tocado ese tema de muchas maneras diferentes… Y oye. Para concluir esta conversación que podría ser infinita, porque hablar de Manolo Summers es tener muchas cosas que contar con varios gin fizz por delante, yo querría añadir algo que me parece importante: desde hace un poco de tiempo la obra de Manolo en el cine se está reactivando porque hay un público nuevo que descubre algo que en su época ocultaron la mayoría de los críticos e intelectuales. Creo que fue, junto con Buñuel, el director al que más han censurado en toda la historia del cine español. Manolo Summers era el enemigo a batir y lo que en realidad ocurría es que era un hombre libre. En esta época de autocensura y silencios, su obra resuena de nuevo como el grito de libertad que siempre fue. La voz de los valientes, aunque ya no estén entre nosotros, permanece en la huella que dejan atrás.

David Summers y Garci

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