Carlos Molero
José Javier Esparza (Valencia, 1963) es un alma polifácetica: periodista, escritor, conferenciante, pensador, tertuliano, siempre batallador y sin pelos en la lengua.
Autor de más de una veintena de libros, se muestra horrorizado ante el avance del nuevo orden mundial y la desaparición de las identidades de los pueblos, del intento de acabar con el concepto de Dios.
Pregunta.- ¿Hasta cuándo calcula usted que habría podido estar España sin gobierno?
Respuesta.- La mayor parte de los gobiernos en Europa hoy son gobiernos de gestión de una realidad que no transforman ni tampoco crean. Es por tanto relativamente fácil estar sin gobierno. Lo que ocurre, en el caso concreto de España, es que muchas de las iniciativas de la vida ordinaria de España dependen de una decisión administrativa, y todos conocemos a alguien que tiene un proyecto complicado parado porque la Administración no toma la decisión porque no hay gobierno. Que a lo mejor habiéndolo tampoco la tomaba. En todo caso, ha servido, en general, para ralentizar la vida nacional, y eso objetivamente es malo.
Pregunta.- ¿Y le sorprende esta situación?
Respuesta.- No, no me sorprende. Me sorprende mucho más que existan problemas objetivos de una gravedad enorme, concretamente la amenaza de la ruptura de la unidad nacional en el interior; y por otro, la amenaza islamista del yihadismo radical en el exterior, y que incluso en condiciones objetivas tan apremiantes, los políticos demuestren semejante falta de sentido del Estado.
Pregunta.- ¿A qué se refieren, en su opinión, los políticos cuando hablan de «el interés de los españoles»?
Respuesta.- A que los españoles son ellos, fundamentalmente a eso. Son figuras retóricas, la democracia contemporánea es una democracia de partidos, en el caso de España de manera muy notable, pero que hereda la retórica de la democracia anterior, cuando el estado nación significaba algo. Pero en realidad, es un refugio retórico. Además, en el caso concreto de unos partidos políticos que han demostrado que no tienen sentido del Estado ni de la Historia, hablar de los españoles no es más que una forma de difuminar su primera persona del plural.
La mayor parte de los gobiernos en Europa gestionan una realidad que no transforman ni crean.
Pregunta.- ¿Pero no es, en cierta manera, una falta de respeto a los españoles?
Respuesta.- Los españoles han demostrado que se les puede faltar al respeto permanentemente, y no pasa absolutamente nada. Incluso cuando ha habido movimientos sociales de carácter reivindicativo, de cabreo, etcétera, pues bueno, al final han quedado diluidos en formaciones políticas que han perdido gas y fuelle a las primeras de cambio, ¿no? Hay un verdadero problema de conciencia nacional, de conciencia de pertenencia a una comunidad nacional, y ese problema es fundamentalmente de los ciudadanos, los políticos sólo lo alimentan
Pregunta.- De alguna manera, Podemos ha intentado dar una solución a ese problema de conciencia y parece haber arraigado.
Respuesta.- Ha arraigado, sí, y a los seis meses se ha despeñado. No es una erupción del sentimiento de ciudadanía, es un descontento hacia una opción de izquierdas, que es la del PSOE, en la que la gente ha dejado de reconocerse por mil razones: la corrupción, la falta de liderazgo, el fracaso objetivo de sus políticas… Pero no como un sentimiento de ciudadanía nacional. Podemos lo ha pretendido, su proyecto original era un proyecto que pretendía ser transversal para poder recuperar gente de todos los horizontes ideológicos. Al final no lo han sabido hacer, seguramente porque les faltaba la masa de obra.
Pregunta.- Eso que dice Pablo Iglesias de “Arriba y abajo” es un calco del discurso de José Antonio Primo de Rivera en el Teatro de la Comedia en 1933…
Respuesta.- la definición de la élite partitocrática como la casta es de Gonzalo Fernández de la Mora. Si realmente él no ha inventado nada, lo que pasa es que ha tenido unos medios que a todos los que durante treinta y tantos años han estado denunciando los problemas, se les han negado. Y cuando Pablo Iglesias ha llegado, se le han prestado esos medios fundamentalmente porque al gobierno del PP le interesaba crear una atmósfera de miedo, y hundir así PSOE, y eso ha sido una irresponsabilidad sin límites. La “tecnocracia” del PP piensa a dos/tres años vista, ni siquiera a cuatro y carece por completo de visión de Estado.
Pregunta.- Se dice que esa estrategia ‘popular’ parte de ciertos asesores de pasado comunista. Al final, ¿son ellos quienes les marcan la estrategia?
Respuesta.- Claro que le marcan la estrategia; y el abandono de la estrategia también. Ellos funcionan fundamentalmente sobre la base del corto plazo. Los partidos contemporáneos en general, y el PP de forma muy señalada, hasta hace unos años -diez, doce- se consideraban partidos faro, que proyectaban un mensaje hacia la sociedad. Y desde entonces, vienen considerándose como partidos buzón, es decir, ellos recogen y en función de por dónde olfatean que está la sensibilidad o la creencia ciudadana, pues tratan de adaptarse, con independencia de sus principios ideológicos. Traicionan, por tanto, sus principios a la búsqueda de una mayoría demoscópica. Eso es lo que ha hecho el PP y no le fue mal, en cuanto a obtención del poder. Hasta que sus errores han sido tantas que ni por ésas. Y han conseguido destruir a la derecha española, lo cual desde luego tiene muchísimo mérito. P.- En este mundo actual de la comunicación, o mejor dicho de la hipercomunicación, ¿no se exige demasiado al ciudadano, que puede estar ‘empachado’ de información? R.- Lo que hemos visto en los últimos años, sobre todo con la entrada de Internet, es que hay una multiplicación exponencial de lugares donde beber, y pocos sitios donde den agua clara. Al mismo tiempo, la exigencia del consumidor, en general, decrece porque, sobre todo el propio medio audiovisual, te facilita el impacto, y su predominio por encima de la reflexión. De todas formas, ése es el espíritu contemporáneo y se trata de algo que hay que aprender a dominar. A mí me parece que siempre la minoría informada ha sido expresamente eso, minoría. Es verdad que hace unos pocos años, a la mayoría asilvestrada no se le permitía estar tan presente como hoy lo hacen, por ejemplo, las redes sociales.
“En el momento en que un periodista deja de verse como un profesional para verse como un asalariado, ya no es su voluntad que predomina”
Pregunta.- ¿Y no es un buen momento, entonces, para reclamar la importancia de la profesión periodística?
Respuesta.- Al revés, la profesión periodística ha entrado en una crisis terminal como producto de la crisis financiera que ha privado a los medios de la capacidad para preservar su independencia y por lo tanto, les ha sometido a los intereses de las grandes corporaciones. A partir de ese momento, el periodista que hace sólo 20 años se consideraba a sí mismo como un profesional, como podía ser un médico, un abogado… ha pasado a convertirse en un asalariado, y eso lo hemos vivido todos. Yo tengo 53 años, cuando salí de la facultad, se nos decía que teníamos que ser esencialmente profesionales y la cuestión de la cláusula de conciencia o del secreto profesional eran asuntos fundamentales, investía de dignidad profesional. Hoy son cosas que han desaparecido por completo y todo el mundo asume, con toda naturalidad, el estatuto servil del periodista respecto al interés concreto de su corporación, del grupo que le paga. Has dejado de ser un profesional para ser un asalariado, y la diferencia es decisiva. Desde el momento que dejas de verte como un profesional para verte como un asalariado, está claro que la voluntad que predomina ya no es la tuya; y eso, cuando estamos hablando de un profesional, es un asunto muy serio.
El nuevo orden mundial genera su discurso para legitimarse y deslegitimar a los que se quieran salir.
Pregunta.- ¿Cómo influyen esas grandes corporaciones a las que se refiere en la configuración de nuestra percepción de lo que ocurre? Le pongo un ejemplo, en muchas de las películas más publicitadas del Hollywood actual, los rufianes siempre tienen un perfil parecido: árabes, musulmanes, eslavos…
Respuesta.- El poder contemporáneo funciona como una constelación de intereses, que decía Max Weber, es decir gente con poder se pone de acuerdo para conservarlo y si es posible, tener más. Eso funciona así particularmente en el sistema capitalista, que es el que venció en la Guerra Fría. Y a partir de ese momento, el reparto del poder ha entrado a sostenerse sobre una especie de red donde todos pugnan y todos ganan al mismo tiempo, siempre y cuando nadie quiera salirse de la red. Eso que se llama el nuevo orden del mundo funciona sobre esa base y funciona sobre una red complejísima y prácticamente automática de corporaciones industriales, financieras, Estados, complejos militares, productores petroleros, medios de comunicación… todo forma parte de lo mismo. El presidente de la Comisión Europea durante diez años, Durao Barroso, acaba de fichar por Goldman Sachs, me parece un ejemplo suficientemente claro. Y ese núcleo de poder genera su discurso para legitimarse y para deslegitimar a los que quieran salirse de ahí. Entonces, en ese contexto, cualquier fuerza que represente: A, una identidad que conteste a ese orden; B, una potencia que conteste a ese orden, pasa a ser, en los relatos de masas, el malo. Lo último que estamos viendo ahora es que la lista de los malos la engrosan también aquéllos que, dentro de los propios países que viven en el sistema, sin embargo se oponen. Y así hemos visto al jefe del Servicio de Información Interior francés, Patrick Calvar, solo dos días antes del atentado islamista de Niza, decir que él pensaba que el problema era la extrema derecha y que iba a sustraer medios de la vigilancia del yihadismo para vigilarla. Puede parecer una locura, pero en su lógica no lo es, porque ésta ya no es la lógica de un Estado nacional, es decir la de la gente que le paga el sueldo a Patrick Calvar, sino que es la lógica de un sistema transnacional de poder, el de esa red.
Europa quiere ser una especie de espacio neutro sin identidad, donde todo el mundo cabe pues no es nada.
Pregunta.- ¿Las críticas al candidato Trump tal vez van esa línea, por ser un político de fuera de esa red?
Respuesta.- En buena medida, todo lo que estamos viendo, en Alternativa por Alemania, las resistencias nacionales en Polonia y en Hungría, el brexit, Donald Trump, el Frente Nacional francés podemos verlos como resistencia, no creo que siempre consciente, a esa transnacionalización del poder, que aunque se presente como adalid de la libertad, en realidad es su tumba, porque en la práctica es quitarle el rostro al poder, un poder cuyo rostro no conoces y no puedes controlar, que es de hecho como estamos hoy. Esas resistencias nacionales, que algunas interpretan como más primitivas, sin embargo representan una idea de la democracia mucho más directa y mucho más real: yo sé quién me manda y por tanto, puedo revocarlo.
Pregunta.- Dice el Papa Francisco que no vivimos una guerra de religiones…
Respuesta.- El Papa es un sacerdote argentino, tiene 79 años, y como todos, es hijo de su experiencia personal y vital. Y la experiencia que él tiene del mundo musulmán y de la inmigración es argentina, donde los musulmanes representan un 1,4 por ciento de la población. En Francia, en general, es en torno al 18 o el 20 por ciento y en barrios concretos, por encima del 50 por ciento. Además, en Argentina los inmigrantes no han formado comunidades ajenas al orden que les ha acogido, a diferencia que en Europa. Por tanto, creo que tiene una idea semejante a la que teníamos en Europa hace 40 años sobre la inmigración musulmana; es decir, gente que viene aquí a hacer un trabajo que los de aquí no quieren hacer; y si no se integran, pues no pasa nada. A ver, no pasaba nada. De 40 años a esta parte sí han ocurrido muchas cosas: la no integración de las siguientes generaciones -cosa que nadie había previsto-, la adopción de políticas muy erróneas por parte de los Estados que han fomentado la creación de guetos, la radicalización del Islam fundamentalmente a partir del salafismo predicado y subvencionado por las monarquías petroleras, que con una mano pagan al Real Madrid y al Barcelona y con la otra, a los salafistas. Y finalmente, la transformación de todo eso es dos redes terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico. Eso cambia radicalmente el paisaje. El Papa tiene una idea ecuménica del Islam, como corresponde por otra parte a la etapa de su formación en los años 60, y es una relectura insuficiente del Islam. Benedicto XVI lo explicó inmejorablemente en su discurso de Ratisbona, el Islam no es una religión, es una teología política, una religión inseparable de un orden político y esto es lo que no termina de entender mucha gente en Europa.
“El Papa tiene una visión ecuménica del Islam y esa lectura es insuficiente”
Benedicto XVI lo explicó en Ratisbona: el Islam no es una religión, es una teología política.
Pregunta.- ¿Y esta situación no nos pone frente a nuestras propias contradicciones?
Respuesta.- La Europa contemporánea, sobre todo a partir de los tratados de Maastricht y de Lisboa, ha querido construirse como una especie de espacio neutro sin identidad, una cosmópolis moderna donde todo el mundo cabe puesto que no somos nada.
Pregunta.- ¿Una especie de «marca blanca»?
Respuesta.- En realidad, es que eso forma parte del proyecto que sostiene el nuevo orden del mundo, un espacio globalizado en el que cabe todo el mundo. Es una convicción puramente ideológica, que no bebe en la realidad práctica de la Historia, sino en una ideología determinada contemporánea del pensamiento moderno. Y se ha demostrado manifiestamente falsa. Es una visión del mundo según la cual las identidades, las religiones, las culturas… son o intercambiables o directamente prescindibles o extirpables. Y no lo son. Es una convicción según la cual la forma natural de vida de todo ser humano, sea cual sea su origen, es vivir como los occidentales, con sus mercados, sus democracias y sus parlamentos y eso no es verdad. Durante bastantes años, Occidente ha intentado que el resto del mundo, y en particular el mundo musulmán, viviera conforme a los criterios occidentales en la presunción, en el fondo racista, de que son superiores a los del resto del mundo y el resultado ha sido una catástrofe sin precedentes. Si hemos llegado ya ese grado de ofuscación es evidentemente porque el discurso dominante no ha sido capaz de entender el problema. ¿Y sabe por qué? Porque tendría que reconocer que estaba equivocado, que no es posible construir un orden sin identidad, sin conciencia de sí mismo, de su espíritu y de su historia. No es posible construir un orden político basado, por ejemplo, en la libertad y al mismo tiempo, negar que ese concepto de libertad es herencia concreta de dos mil años de filosofía cristiana y grecolatina. ¿Qué pasa si lo reconoces? Pues que tu orden del mundo global se va a hacer puñetas y eso es lo que no puede consentir. Pero vamos, que es lo mismo, porque se va a ir a hacer puñetas igual. En cierto modo, hoy estamos en la batalla final de la Modernidad en muchos aspectos. En el aspecto geopolítico, en el aspecto económico por supuesto, en el aspecto moral sin ninguna duda. Y esa batalla final empieza, lo explicaba muy bien Hegel, con la reforma protestante. Es una afirmación sucesiva de la individualidad frente a la Religión (la Reforma protestante), frente al Conocimiento (La Ilustración), frente al orden político (la Revolución francesa) y estamos ahora en la afirmación extrema de la individualidad frente a la propia Naturaleza. Se está exacerbando, por así decirlo, un proceso que dura ya 500 años y que hoy está llegando ya a una especie de gran batalla final. Desde el punto de vista estético, es desde luego un regalo. Ahora, lo que vaya a quedar luego…
Pregunta.- «Les Luthiers», en unos de sus números, distinguen entre ‘muysulmanes’ y ‘mahomenos’ ¿Cree usted que existe un islam moderado, como defienden algunas voces en Occidente?
Respuesta.- Existen musulmanes moderados, pero no Islam moderado, porque al final la moderación es una cuestión personal. Había fascistas moderados, y comunistas moderados, pero no un Comunismo moderado. El Islam tiene tres problemas estructurales desde su origen, no es algo contemporáneo. En primer lugar, Mahoma muere sin dejar instituido un clero que pueda interpretar y hacer avanzar la fe, de tal forma que el discurso queda congelado en el siglo VII. Y además no es un discurso como el de, entre nosotros, por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles, que al fin y al cabo son cosas que dijo un hombre. No, en el Islam ¡todo lo ha dicho Dios!, desde el principio, y eso es importantísimo, porque no se puede tocar. Dos, desde el principio el Islam mantiene una fusión absoluta entre lo político y lo religioso, de tal forma que el musulmán no puede vivir cómodamente en un orden político que no acepte la sharia como ordenamiento jurídico, y esto provoca en el mundo musulmán una histeria permanente desde el principio y me gustaría insistir: son 1.400 años así, no es de hoy. Y en tercer lugar, objetivamente y está en los textos, legitima el uso de la violencia para imponer la fe. Otros, en otro tiempo, hemos usado la violencia para defender o imponer la fe, pero nunca nos ha dicho Dios: “La mejor yihad es aquélla en la que tu cuerpo sangra y tu caballo es degollado” como dice Mahoma a sus compañeros en un hadiz de la sunna. Bueno, pues todo eso hace que se alimente una contradicción con otra de tal forma que cada vez que alguien se plantea, a lo largo de la historia del Islam y de verdad que han sido muchas veces, poner algo de sentido común quede inevitablemente asustado. El mejor ejemplo me lo ponía un amigo francés, Xavier Raufer, un experto en lucha antiterrorista, ya mayor. Estaba en La Meca, con el gran muftí de la mezquita mayor de Riad, de la capital de Arabia Saudí, un viejecito adorable, el típico tipo con el que todos querríamos pasar una tarde para charlar. Llegan a ver al gran muftí unos jóvenes ulemas somalíes con la cabeza llena de yihad por los Hermanos Musulmanes. Y empiezan a contarle al gran muftí… pues la yihad, que si el cuerpo sangra, que si el caballo degollado… Y el viejo les dice: “¿¿pero estáis locos?? Eso es en el Cielo, lo que quiere decir esto es que vosotros, para ganar la salvación, tenéis que estar dispuestos al sufrimiento. Pero no quiere decir eso que pensáis”. Y los somalíes se le quedaron mirando… como que no. Y el viejo, con toda su autoridad personal, no tiene en realidad autoridad doctrinal para condenar, por herejes, a los somalíes, porque no existe esa autoridad en el Islam, no hay un clero como en el Cristianismo. Un factor y otro se van alimentando permanentemente y llevan al Islam a una situación de histeria continua cuyas primera víctimas -y ellos son los más conscientes de todos- son los propios musulmanes. Dentro de esas contradicciones coyunturales, en primer lugar ellos mantienen ya desde el principio tres guerras, tienen la fitna –guerra civil- permanente entre chiíes y sunníes que se remonta a la muerte de Alí, el cuarto califa ortodoxo, y estamos hablando del siglo VII.
“Desde hace 1.400
años, el Islam vive en
un estado de histeria
permanente”
Existen musulmanes moderados, pero no un Islam moderado. la moderación es una cuestión personal.
Pregunta.- ¿Pero realmente no pueden evitar ese enfrentamiento entre corrientes?
Respuesta.- No, no se puede evitar porque además se sobrepone con conflictos étnicos importantes, son persas, que es otro mundo que no es el árabe. Tenemos, por otra parte, una guerra que declaran desde el principio unos musulmanes, en nombre de la ortodoxia, a otros que consideran poco ortodoxos. Y seguramente el mejor ejemplo de esto es al que se considera el padre del yihadismo contemporáneo, Ibn Taymiyyah, siglos XIII y XIV, cuando los mongoles vienen a invadir el espacio del califato y vienen ya convertidos al Islam. No se le puedes hacer la guerra santa porque son musulmanes. Pues se sí puede, porque son malos musulmanes. Yo te declaro takfir, apóstata; y a partir de este momento, yo te puedo hacer la guerra santa. Y así ves a los musulmanes haciendo la guerra santa a otros musulmanes. Y luego, en tercer lugar, está la guerra santa que declaran a los que no son musulmanes. Y es que no pueden escapar de ahí. Pero, ¿qué se puede hacer? Pues la realidad nos ha dado algunos ejemplos prácticos. En los últimos sesenta o setenta años, el mundo musulmán ha podido construir estructuras estatales que han sido capaces de contener, en su interior, esas contradicciones: Marruecos, Iraq, Siria, Libia… Te gustará a o no te gustará el régimen, pero el hecho es que las han neutralizado. Y nosotros hemos bombardeado esas estructuras.
Hoy se asume, con naturalidad, el estatuto servil del periodista respecto al interés de su corporación.
Pregunta.- Vamos, que en realidad Occidente va en sentido contrario de todo lo que dice defender, ¿no?
Respuesta.- Vamos en sentido contrario porque estamos convencidos de que el objetivo natural de todo ser humano es vivir como nosotros, o sea, sin Dios. Y eso es un grave error. Los norteamericanos, por ejemplo, no han entendido nada, pero porque su visión no es propiamente internacional. Ellos están convencidos de que los Estados Unidos tienen, pero ya desde la época de John Quincy Adams, un destino manifiesto, que es el de exportar la democracia -como ellos la entienden- a todo el mundo, y el libre mercado. Y en ese sentido, tienden por naturaleza a tratar de allanar o arrasar, según se prefiera, el mundo para hacerlo a su imagen y semejanza. El problema musulmán no lo han entendido jamás porque no son capaces de entender que se pueda organizar la vida de otra manera. El norteamericano tiende a pensar que cuando alguien ve el mundo de una forma no norteamericana es que está equivocado y eso es terrible.
Pregunta.- ¿Podría llegar a existir un Islam ‘europeo’, que haga suyo el espíritu del Viejo Continente?
Respuesta.- Es imposible porque la realidad política y social europea deriva de una convicción que expresa Jesús en los Evangelios, que es: “Mi Reino no es de este mundo”, “Dad a Dios lo que es de Dios y al César, lo que es del César”. Y el Islam, por definición, está exactamente en el polo opuesto. Es radicalmente imposible, y es un problema del que los musulmanes que vienen aquí y quieren seguir viviendo aquí son perfectamente conscientes. Hay un montón de escuelas coránicas muy interesantes, ¿eh? Hay un erudito que se llama al- Ghazali, de la Universidad Al Azhar de El Cairo, muerto hace relativamente poco, que teorizó y además muy bien, sobre una separación entre la práctica de lo político y lo religioso, una evolución en la fusión de la umma… Pero al final da igual, porque no tiene más autoridad que otros. ¿Qué quiero decir? Que las ideas existen, pero la propia dinámica interna del Islam tiende a anularlas, salvo que exista un poder político, que tiene que ser autóctono y que diga: “No, esto va a ser así”. Mohamed VI en Marruecos, por ejemplo. El yihadismo, el salafismo, lleva muchísimo tiempo en Marruecos, desde la época casi de la independencia, tratando de anular los morabitos porque consideran que es poco pío que haya gente que se considere intermediario con Dios. Pero como forma parte de la liturgia específicamente magrebí del Islam, la Corona se empeña en ponerse al frente de los morabitos. Yo, que soy el emir de los creyentes, -dice el rey- soy además el jefe de todas las cofradías de los morabitos.
“Los políticos están demostrando en España una falta de sentido de Estado frente a los problemas”