Por María José Solano

¿Qué piensa de sus ilustraciones al verlas, 25 años después?

Fue y sigue siendo un trabajo de ilustración gratificante, que me ha permitido imbuirme en el siglo XVII en el que ahora sigo con mi personaje Capablanca y en el que he conocido a Arturo Pérez-Reverte, un escritor al que admiro y del que he intentado aprender lo que he podido.

De hecho, había leído el primer Alatriste cuando se edito en 1996, la novela estaba ilustrada por Carlos Puerta y yo le comenté a mi mujer, “me gustaría ilustrar novelas como esta, no solo infantiles o juveniles”. Y fíjate, por esas cosas del destino, no sabía yo entonces que 4 años después ilustraría las novelas del capitán Alatriste.

Estoy muy satisfecho de esos trabajos, quizás con el tiempo cambiaria algún elemento en alguna ilustración, pero muy pocos. Es un trabajo que hice a conciencia y del que me siento orgulloso.

¿Cómo surge el proyecto? ¿Quién se lo propone?

En esos años trabajaba para la editorial Santillana realizando ilustraciones para libros de texto y en un viaje a Madrid le comenté a Pedro García, mi director artístico, lo mucho que me gustaría ilustrar otras cosas aparte de libros de texto.

Al cabo de un tiempo contactó conmigo Pedro Crespo, director artístico de Alfaguara, pues buscaba dibujantes para ilustrar un diccionario sobre el capitán Alatriste. Hice varios dibujos de prueba y un tiempo después me llamaron diciéndome que Pérez-Reverte me había escogido para que ilustrase el diccionario, que al final no se realizó. Al cabo de un año, me llamaron para asistir a una reunión en Madrid, en la editorial Alfaguara. Ahí empezó mi dedicación a ilustrar las andanzas del capitán Alatriste y mi trato con Arturo Pérez- Reverte.

¿Recibió algún tipo de instrucción de cómo debía ser físicamente el Capitán Alatriste?

Sobre el físico de Alatriste leí y releí las dos primeras novelas y dibujé, en un primer momento, al Diego Alatriste que yo imaginaba. Como curiosidad te puedo contar que en ese momento Alatriste andaba por los 44 años y yo tenía precisamente esa edad. Recuerdo que en los primeros bocetos lo había representado con entradas en la frente, y Arturo me dijo que le parecía bien, pero que no fuera tan mayor, así que le quité las entradas y le puse una especie de rizo que le cae en la frente. El bigote fue creciendo conforme lo dibujaba; también le añadí la señal en la ceja izquierda y le marqué los pómulos. Lo de la nariz aguileña ya estaba en la descripción de la novela y el pelo se lo recorté para que tuviera un aspecto más militar.

¿Cómo organizó el trabajo de pensar y diseñar los rostros de cada uno de los personajes, sobre todo de los protagonistas, que terminaron adquiriendo, en su pluma, una potente, reconocible, personalidad?

Fue lo primero que hice, pues en ese momento el autor y Alfaguara querían estrenar pagina web y necesitaban el diseño de los personajes.
Leía sobre cada personaje en las novelas y dibujaba lo que me inspiraban las lecturas, después lo enviaba a Arturo por mail y él daba su visto bueno. Nunca puso grandes objeciones y, por ejemplo, recuerdo que le gustó el detalle de que Malatesta siendo como es el malo de la serie, fuera guapo.

¿Se documentó sobre los ropajes, las armas, etc? ¿Cómo?

Me documenté a base de libros, revistas y por internet (para algunos detalles o cosas concretas), incluso investigué, localicé y compré algunos libros que me iban a resultar muy útiles y que eran complicados de encontrar. Casi cada año visitaba Madrid una o dos veces, veía exposiciones y compraba algún que otro libro sobre Madrid de la época de Alatriste; me fue especialmente útil el plano de Teixeira.

También recuerdo que, para la aventura Corsarios de levante, me fabriqué una galera sencilla con cartón pluma y pegamento, para temer clara las proporciones y perspectivas. Medía unos dos metros de largo y me resultó utilísima para dibujarla desde diferentes ángulos.

Además de los personajes, dibujó las portadas ¿Cómo se elegían las escenas representadas en cada una de las aventuras de la saga?

Realicé las portadas para la edición escolar de las novelas; las querían a color y que ocuparan cubierta, lomo y contracubierta. Les propuse hacerlas al óleo, pues mi intención era acercarme al lenguaje pictórico barroco y velazqueño, así que hice un boceto al óleo, lo presenté y lo aprobaron. Así nació la primera portada al óleo, aunque sobre papel.
Las otras son ya pinturas canónicas de óleo sobre tela, una técnica en la que están realizadas todas las portadas de las diferentes ediciones de las novelas.
En el caso de la saga de Alatriste, realicé el boceto con el tamaño del libro, pues así podía calcular dónde iban los textos, los títulos, el nombre del autor y el texto del lomo. Trabajar con esa información a priori creo que es importante para un ilustrador, pues puedes trabajar  con los espacios vacíos sabiendo que, posteriormente, no habrá nada de la ilustración que se solape o se pierda.

Cuando tengo el encargo de realizar una portada si es posible, leo el libro, aunque sea en galeradas y lo hago con mucho cuidado, subrayando y prestando atención a las descripciones de paisajes, escenas y personajes. Ilustrar los textos de un escritor es una tarea que exige complementarse con el tono de éste; con su mirada, para conseguir enlazar la historia de él con mis propias imágenes. Los textos de Arturo, en ese sentido, eran tan vivos que me resultaban a veces mucho más potentes que las imágenes uno podía encontrar en un cuadro, un grabado o una fotografía.

¿Qué es lo que más le costó dibujar?

A mi me gusta tener un espacio preconcebido y poder montar la escena que voy a ilustrar en ese espacio. Es verdad que la limitación espacial implica, en el trabajo del ilustrador, complicaciones de construcción, perspectiva y composición, pero ahí está el reto, y también la capacidad artística para improvisar, añadir, quitar, saber dónde encaja cada personaje dibujado y qué hace.
Recuerdo que, en la ilustración de una pelea callejera que tuve que realizar, tenía el espacio ya muy delimitado, por lo que  fui dibujando los personajes en su lugar empezando por el fondo, y al final había tres o cuatro personajes que casi no se veían tapados por los más cercanos, pero eso no me importó demasiado, porque yo sabía lo que hacían y eso, creo, es lo más importante para que la composición sea efectiva. Me gusta tener controlada toda la ilustración, es complicado pero gratificante.

¿De qué dibujo o retrato se siente más orgulloso?

De muchos, pero quizás de las ilustraciones de la aventura Corsarios de levante. Ese año se hizo la película, me propusieron ilustrar la novela mientras Arturo la escribía para ganar tiempo y llegar a las librerías poco después del estreno de la película. Arturo me enviaba los capítulos conforme los escribía y yo hacía los bocetos de las ilustraciones y se los enviaba, lo comentábamos por mail o por teléfono, colaboramos estrechamente, fue un caso extraño que hoy casi nunca ocurre, pero en mi caso me sentí como un ilustrador de la era dorada de la ilustración realizando folletines de aventuras tipo Alejandro Dumas. Además, como anécdota personal felicísima, la última ilustración la terminé al mediodía y media hora después nacía mi primer nieto, y eso se ha quedado ahí ya para siempre enlazado en mi recuerdo.

Sabemos, porque el autor así lo contó, que Alatriste muere en Rocroi. ¿Le gustaría, como hizo Doré con El Quijote, llegar a pintar ese momento? ¿Cómo lo haría?

Lo visualice cuando hice un mapa del mundo de Alatriste y debajo había una progresión con diferentes acontecimientos históricos contemporáneos de la vida de Alatriste que terminaba en Rocroi.
La imagen no era heroica, era la de un muerto tumbado con las rodillas dobladas, sobre la hierba verde en medio de la sangre, una pica clavada a su lado y el arcabuz tirado cerca del cadáver, en una mano la daga y en la otra la ropera vencida sobre la hierba húmeda, como cualquier otro muerto en cualquier otra guerra, sin casi cielo, con luz de tarde y todo con un aspecto triste y melancólico, pensé la frase “Hemos llegado hasta aquí… y para qué.” De ahí vino la imagen.

¿Cuáles son sus fuentes pictóricas, a qué artistas admira?

Mis fuentes pictóricas, en el caso de Alatriste, son Velázquez, algo de Murillo y grabados de la época, que tampoco son muchos.
Admiro a muchos pintores, el mismo Velázquez, Goya, Turner, Fortuny, Sorolla, Monet, Pisarro, Sisley, Van Gog, Pollock, Rotko, Hoper.
A los ilustradores pintores americanos Remington, Russell, Pyle, Cornwell, Wyeth, Schoonover, Sickles y a otros ilustradores como Vierge, Junceda, Breccia, Moebius, Toppi.

 

 

Joan Mundet

“Me gusta tener controlada toda la ilustración, es complicado pero gratificante”

Joan Mundet

Entradas recomendadas